Esa mariposa de alas abiertas... y atrapada
fosa oscura de su destino
cubrió mi piel.
La noche fue de pájaros
y todo ese sol negro sobre mí
me poseía feroz.
Yo, ciega y arropada de ojos
Yo, con el diablo en la punta del cuerpo
y un santo acariciándome la mano.
Nunca más volví a ver sus ojos de Tomás,
creía que agonizaba aun cuando
me exorcizaba su boca pálida de hombre.
Quedó el cuerpo tirado,
pétreo... y amaneció.

