“El tiempo no existe.
No sé si alguna vez existió.
Aparece, sí, de a ratos. Sólo basta decir agua para romperlo.
Existen la ansiedad y la indiferencia. La gente las confunde con el tiempo.
Las botellas al mar son la prueba irrefutable de la inexistencia del tiempo. Hoy, que puede ser mañana o ayer, la arrojo. Hoy, que pudo ser ayer o mañana, la recogerás. Entre una cosa y la otra no sucede nada. Yo no sabía nada de vos ni vos de mí. Nacimos para el otro en cada extremo de esa botella arrojada al mar.
Entre una cosa y otra, nada.
No sé si alguna vez existió.
Aparece, sí, de a ratos. Sólo basta decir agua para romperlo.
Existen la ansiedad y la indiferencia. La gente las confunde con el tiempo.
Las botellas al mar son la prueba irrefutable de la inexistencia del tiempo. Hoy, que puede ser mañana o ayer, la arrojo. Hoy, que pudo ser ayer o mañana, la recogerás. Entre una cosa y la otra no sucede nada. Yo no sabía nada de vos ni vos de mí. Nacimos para el otro en cada extremo de esa botella arrojada al mar.
Entre una cosa y otra, nada.
O sí. Mi ansiedad, tu indiferencia, mi infierno, tu propia botella, la luna…
Así nos vamos confundiendo hasta que un día cualquiera, sin nombre, vemos a la muerte.”
Hernán A. Isnardi