Los Poetas...

Heinrich Von Kleist -a su amante, Henriette Vogel

4 de marzo de 2012


Al atardecer, cuando languidece la luna en el trópico
y el día ya caldeó las ramas con mesura,
el pensamiento es una Rosa en cuya textura
te adormeces, aplacada por un pesado narcótico.
Así, al pensarte, sin otra ocasión que esta tregua
que desdeñará el mañana, nos amamos, con delicia,
en el tranquilo camposanto que nos preservó la nostalgia;
pero pronto expira la velada que creí perpetua.
Y la duda arranca la flor de incurable savia
haciéndola morir y deshojándola, con finos bisturíes;
y tú vuelves a tener la insensibilidad de los carmesíes
yo, los atenazantes caprichos, el egoísmo.
Dudo, descreído del amor, contrario a mí mismo,
veo, abatido, renacer el tedio, me rindo a la renuncia